Freddy Castro, director de Banca de las Oportunidades.
Intervención en el décimo tercer Foro de Asomicrofinanzas. Microfinanzas e inclusión financiera una meta prioritaria para reducir la pobreza.
Al recordar a Gabriel García Márquez, quien invitaba a pensar en “el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo”. Inicio esta intervención evocando una historia de amor que nos permite reflexionar sobre lo que ha sido la evolución de la prestación de servicios financieros en Colombia, un país que en medio de sus vicisitudes ha construido un camino de prosperidad.
Quiero que todos nos ubiquemos en la segunda mitad del Siglo XIX, más exactamente en 1867. Cuenta la leyenda que en ese año José de los Santos Gutiérrez Prieto, entonces Gobernador del Estado Soberano de Boyacá, decidió enviar una carta en la que le declaró la guerra a Bélgica, afortunadamente la misiva nunca llegó y los belgas, quienes al igual que nosotros no disponían de correos electrónicos o de Twitter, no se enteraron de esta amenaza. La comunicación, de la que no existe ningún registro documental, razón por la que los historiadores dudan de su veracidad, habría tenido su origen en una pena de amor que vivió el político colombiano en el país europeo. Al parecer, retomando a Gabo, el amor fue “un fin en sí mismo”.
Mientras las cartas transatlánticas se perdían en el camino, en Colombia tratábamos de iniciar un sistema bancario. Ya en 1864, tres años antes de la carta de Boyacá, la ley 27 de ese año autorizó la operación del primer banco que tuvo el país: el banco de Londres, México y Sudamérica. Dicha Ley estableció que esta entidad debía abrir operaciones en los nueve estados soberanos (hoy departamentos) que tenían los Estados Unidos de Colombia. El desenlace del experimento no fue el mejor: ni se logró el propósito de cobertura ni el banco sobrevivió. Para 1866 ya había sido liquidado.
Afortunadamente el mundo, el país y el sistema financiero avanzaron bastante desde esas primeras de cambio. Al punto de que cualquier político local puede hacer que sus mensajes (ojalá que no sean de guerra) lleguen inmediatamente a cualquier lugar del globo. Y al nivel de que las entidades de este sector ya están en los territorios que no conquistó el Banco de Londres, México y Sudamérica.
Asimismo, pensando en el sistema financiero, llegaron enormes avances de la mano del progreso tecnológico. La banca central y la supervisión financiera, el desarrollo de esquemas de transferencias inmediatas, los bancos de segundo piso, el seguro de depósito, la promoción de la innovación financiera, las garantías, la cobertura financiera de todos los municipios de la patria desde 2015 y, retomando el motivo que nos convoca, la consolidación de un ecosistema microfinanciero que ya llega a más de 2,7 millones de colombianos y tiene una cartera cercana a los $17 billones.
Difícil imaginar tanto en los tiempos del gobernador Santos Gutiérrez. Ni siquiera las heridas de un país que padeció distintas modalidades de conflicto interno pudieron parar ese progreso.
Ese salto vino de la mano con mejoras en la calidad de vida. Así logramos caídas históricas en las tasas de pobreza. Infortunadamente, y pese a las medidas adoptadas por el Gobierno del presidente Iván Duque, iniciativas de las que ustedes también han ido partícipes, la crisis derivada de la pandemia impulsó la germinación de un malestar social que se estaba sembrando de tiempo atrás.
¿Un porvenir desesperado?
El problema es que la satisfacción (o insatisfacción) no parece tener una perspectiva favorable en el horizonte cercano. Quizá la posverdad, el populismo y la polarización, señalados por Moisés Naím como los tres enemigos de las democracias del mundo, también se alimentan de un asunto advertido por el matrimonio de Anne Case y Angus Deaton: las muertes por desesperación.
Case y Deaton parten del hecho de que, en la mayoría de los países del mundo, especialmente los más desarrollados, la esperanza de vida aumentó en los Siglos XX y XXI, con las lógicas excepciones de la gripa española y los períodos de guerras. El problema es que desde 2000, mucho antes de la pandemia del Covid 19, la tendencia entre los blancos de Estados Unidos se había revertido. Es decir, los estadunidenses blancos estarían viviendo cada vez menos años. Los cambios culturales y del mercado laboral han exacerbado tres causas de muerte, reduciendo así la esperanza de vida de este grupo: el suicidio, la adicción a las drogas y la enfermedad hepática (comúnmente asociada a problemas de alcohol).
La pareja de esposos señala que las personas que NO tienen estudios universitarios son las que más se mueren por estas tres causas. Ellos se han rezagado, década tras década, del tren de las oportunidades (laborales, sentimentales, familiares). Son personas cuyas vidas se desarrollan con desánimo. Esas son las muertes por desesperación.
Si bien este análisis está centrado en el caso de los Estados Unidos, no podemos perderlo de vista. Especialmente al saber que uno de cada tres jóvenes en Colombia ni estudia ni trabaja. Eso sin divisar los efectos de largo plazo de la pandemia sobre la educación. En un mundo conectado y lleno de posverdad, populismo y polarización, debemos destacar que dicha desesperanza es tierra fértil para que florezcan iniciativas —de todos los colores políticos— que atentan contra el desarrollo de la bonita actividad que ustedes realizan.
Ese porvenir desesperado nos invita a pedalear aún más fuerte por la construcción de oportunidades. Parafraseando las palabras de Ana Fernanda Maiguascha en el lanzamiento el informe del Consejo Privado de Competitividad, “las personas deben ser el origen y el fin de nuestras acciones”. Esa es la manera de actuar de un país que no se cansa de demostrar que ninguna herida puede parar su progreso.
Mientras tanto, les quisiera proponer cinco frentes para que esta industria ahonde en un horizonte de incertidumbre (o desesperación).
1. Mediciones de bienestar. Ya hemos dado pasos en el país en términos de seguimiento y evaluación de la inclusión financiera desde las perspectivas de acceso, uso y calidad. Sin embargo, nos falta profundizar en mediciones de bienestar, las cuales complementen las ya existentes de pobreza y permitan tomarle la temperatura a la salud financiera de sus más de 2,7 millones de usuarios.
En Banca de las Oportunidades ya hicimos un ejercicio, desde la información de la demanda, pero creemos que ustedes pueden continuar ahondando en esta aproximación con sus usuarios.
2. Transformación digital y costo del microcrédito. Entendemos las razones que hacen que el microcrédito sea más costoso y tampoco propondríamos una medida que genere exclusión financiera. No obstante, no está de más seguir buscando eficiencias en un contexto de consumidores financieros cada vez más digitales y en el que la competencia coloniza nuevos espacios.
3. Desarrollar esquemas no tradicionales de garantías. Aunque existen retos asociados a las mediciones de demanda de crédito, resulta claro que las garantías tradicionales podrían ser insuficientes para respaldar las obligaciones de las micro y pequeñas empresas. Por ejemplo, tras más de 8 años de la existencia del esquema de garantías mobiliarias, debemos ir más allá de los vehículos, quienes hoy representan 85% de las operaciones.
4. Acompañamiento de las centrales de riesgo en el territorio. Destacando su importante trabajo, debemos reconocer que en la práctica algo está fallando en los procesos de originación crediticia. Allí el asesor financiero le dice al usuario que no le puede prestar “por estar reportado en Datacrédito”.
En territorio, allí donde la persona ni siquiera sabe que es posible consultar por internet, he visto la frustración del usuario que desconoce su perfil de riesgo y no sabe cómo mejorarlo.
A las centrales las invitaría a participar en más espacios con la comunidad. Podría ser en las ruedas financieras que organiza ocasionalmente Banca de las Oportunidades.
5. Migrantes venezolanos: Se estima que a mitad de año esté superada la talanquera que existe para que esta población acceda al sistema financiero, asociada a la validación de la identidad (Estaríamos hablando de más de 1,3 millones de adultos). Por instrucción del presidente Iván Duque, próximamente iniciaremos un proceso para acompañar la vinculación de venezolanos al sistema financiero. Ustedes están invitados desde ya a participar de una iniciativa que promoverá la construcción de equidad a partir de la prestación de estos servicios. En los próximos días ampliaremos detalles.
Inicié esta reflexión señalando que el amor “no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo”. Eso lo sabía José de los Santos Gutiérrez, quien fracasó con el amor (y la guerra) belga y no pudo hacer llegar su declaración de guerra. Tampoco alcanzó a imaginar el bienestar que alcanzamos en 2022 ni las paradojas de dicho progreso.
Espero que en la discusión que nos congrega hoy volvamos a reforzar las bases de esa piedra angular sobre las que descansan las acciones de esta industria: “las personas como un fin en sí mismo”.