Hernán Quintero Sánchez y Agustina Quina Quina han vivido toda su vida en Santander de Quilichao (Cauca) y derivan su sustento diario de la venta de colchones, jamungas y sudaderos, en un negocio que, a pesar de no tener nombre, es conocido en el municipio como “los cadillos”, forma cariñosa en la que todos los pobladores llaman a esta pareja. Hernán no sabe muy bien por qué, pero presume que se trata de un apodo que viene desde sus antepasados, por allá en el año 1800 cuando sus parientes lejanos empezaron esa tradición de tejer y fabrican colchones en el mismo terreno en el que hoy tienen su casa y su taller. “Es una tradición, un arte que en esta familia aprendemos desde los cinco años de edad”, comenta orgulloso.
Los juncos, que son la materia prima de sus productos, los sacan de las lagunas cercanas al municipio, donde tienen la suerte de poder recogerlas en todas las épocas del año. Lo único que tienen que comprar es el hilo, y pagar para que les traigan los bultos desde la laguna hasta el taller, para iniciar con su tejido. A pesar de que todo el año tienen pedidos, aún en el municipio hay gente que les pregunta de manera irónica que, si esa basura si da dinero, sin saber que con esta actividad le han dado estudio a sus hijos, todos cuentan con su casa propia, y con una moto para transportarse a hacer sus diligencias.
Y es que la jamunga, una especie de armazón que se ubica antes de las sillas de los caballos, sigue siendo de amplio uso en las zonas rurales del Valle, asimismo, el tipo de colchón fabricado por los cadillos suele volverse necesario en las épocas de cosecha de café para dar dormida a los recolectores que llegan en masa, mientras que los sudaderos hacen parte de la indumentaria permanente de las faenas rurales. Así que a pesar de la modernidad y de competidores eventuales, el arte ancestral de esta pareja sigue siendo ampliamente buscado en Santander de Quilichao, al punto de que en el negocio trabajan los nueve miembros de la familia, a quienes Hernán y Agustina les han enseñado las técnicas y el amor por lo que se hace.
A pesar de que el negocio siempre les ha dado para mantenerse, en muchas ocasiones han sentido la necesidad de un apoyo económico para fortalecer su producción, para sentirse más holgados con el trabajo, y aunque han tenido experiencia con otros bancos, recientemente, con la llegada de Contactar al pueblo, gracias al convenio de esta entidad con la Iniciativa de Finanzas Rurales de USAID, decidieron probar suerte. Un día cualquiera Hernán le dijo a Agustina que entraran para mirar qué les ofrecían, qué les pedían y cuánto les cobraban por un crédito. Ya con la atención cálida que les brindaron, “como si los conocieran de toda la vida”, ellos se sintieron en confianza, solicitaron el crédito para comprar material, (hilo y mano de obra para sacar el material de las lagunas), y en poco menos de una semana tuvieron su plata para invertir. “Nos gustó que nos explicaron todo muy bien, es más yo tengo muy grabadito lo que nos dijeron”, afirma Hernán no sin antes advertir que gracias a su buena experiencia ha recomendado la microfinanciera a familiares y amigos.
Si bien la relación con la entidad es reciente, las visitas de los asesores, el acompañamiento que han recibido y la alegría del crédito les ha hecho sentir que Contactar es el aliado que les hacía falta para seguir adelante.