Resumen y perspectivas de los avances tecnológicos y de comunicaciones que generan oportunidades a los usuarios del sistema financiero.
José de los Santos Gutiérrez Prieto, el entonces Presidente del Estado Soberano de Boyacá y posterior Presidente de los Estados Unidos de Colombia, envió en 1867 una misiva al Gobierno de Bélgica declarándole la guerra. Él quiso cobrar con sangre una pena de amor vivida en ese país. Afortunadamente, en un contexto de limitada comunicación, la carta nunca llegó a su destino y los belgas, quienes no habían cumplido 40 años de independizarse de los Países Bajos, jamás se enteraron del macondiano mensaje.
Quizás la llegada del escrito hubiese truncado el futuro proyecto de colonización del Congo, de Leopoldo II, entonces rey belga. Nunca lo sabremos.
Las cartas perdidas no eran el único problema de la segunda mitad del Siglo XIX. Mientras Santos Gutiérrez sufría por su decepción amorosa, en el país se discutía sobre la necesidad de organizar un sistema bancario. Precisamente una Ley de 1865, –dos años antes de la ‘diferencia‘ con Bélgica–, permitió la creación de los primeros intermediarios financieros, en un entorno en el que cada banco emitía sus propios billetes. Y si las cartas se extraviaban, se imaginarán lo difícil que era poner en funcionamiento un sistema de pagos, que no estaba centralizado y en medio de limitaciones de conectividad.
Pese a algunos avances institucionales, como la creación de la banca central y el desarrollo de sistemas de compensación interbancaria en 1923, durante más de cien años fue una odisea transferir dinero entre ciudades, países o establecimientos bancarios. Los caminos expeditos eran que alguien de confianza viajara a otro destino con el encargo o enviar efectivo por correspondencia, corriendo el riesgo de extravío vivido por Santos Gutiérrez.
Iniciando la década de los ochenta, del Siglo XX, a veces era más fácil enviar una carta a Bélgica que hacer un giro entre dos sucursales, de dos ciudades del mismo banco en Colombia. Lo anterior sin mencionar su elevado costo.
Incluso, en los primeros años de la década de los noventa era complejo transferir dinero entre dos bancos diferentes. La vía era ir a una sucursal del banco X, retirar efectivo o solicitar un cheque, preferiblemente de gerencia, y llevar los recursos al banco Z. La interoperabilidad entre entidades financieras la hizo factible Servibanca el 12 de abril de 1995.
Los avances tecnológicos, de comunicaciones y regulatorios permitieron jubilar las demoradas transferencias de télex, cambiando radicalmente ese panorama. Desde 1997 existen ACH Colombia y Cenit del Banco de la República; en 2005 se creó el botón PSE, desde 2006 hay corresponsales bancarios y desde 2009 las Cuentas de Ahorro de Trámite Simplificado, esas que se pueden abrir en cinco minutos desde un celular.
Presente y porvenir
Recientemente ACH Colombia lanzó ‘transfiya’, una novedad que envidiarían nuestros abuelos. Ahora es posible enviarle inmediatamente dinero a un tercero (los especialistas le llaman ‘de persona a persona’, P2P), las 24 horas del día, los siete días de la semana, desde las plataformas digitales de las entidades financieras, solo con disponer del número del celular del receptor. Este tiene 24 horas para aceptar el depósito y listo, los recursos ingresan instantáneamente a su cuenta. No hubo viajeros, sobres, papeleos, sellos o filas.
Para materializar esta realidad fue crucial el apoyo de Usaid, que acompañó al sector financiero en el desarrollo integral del proyecto. Por ahora, cada transacción tiene un límite de $250.000, los usuarios pueden realizar hasta cinco movimientos diarios y está habilitada en el Banco Caja Social, Davivienda, Daviplata, AV Villas, Itaú, Movii, Nequi, Servifinanza y el Banco Cooperativo Coopcentral. Nueve entidades les están facilitando la vida a sus clientes, especialmente los de más bajos ingresos.
Esto es solamente una parte de la transformación que a veces no percibimos. Esas ideas de que “todo tiempo pasado fue mejor” y que “esto es Cundinamarca y no Dinamarca” permearon el imaginario e impiden hacer un análisis holístico. Por eso conviene leer el capítulo de “la evolución de la tecnología y la innovación de pagos al por menor”, disponible en el último Reporte de Sistema de Pagos del Banco de la República. Allí está disponible un buen resumen de este proceso.
Y lo que viene es superior. Ya se visualizan transferencias inmediatas de persona a negocios (P2B), innovaciones de servicios financieros basados en tecnología (desarrollados por fintech), una mayor dinamización del comercio electrónico, códigos QR interoperables, transferencias internacionales más sencillas (no solo a Bélgica), corresponsales móviles, pagos digitales en parqueaderos, peajes y sistemas de transporte masivo, y esquemas inclusivos de aseguramiento. Todo bajo una figura de banca abierta –permítanme soñar– que nos facilitará aún más la vida.
En un año espinoso, en el que conmemoramos los 155 años del nacimiento del sistema financiero y los 150 años del Banco más antiguo de Colombia, el Banco de Bogotá, vale la pena recordar que el presente está lleno de alternativas que eran impensables hace unas pocas décadas. Así como el salto en la comunicación favorece la transmisión de mensajes de guerra o paz, también propicia las transacciones a la nueva velocidad del dinero.
Aclaración: la falta de registros documentales hace que se cuestione la veracidad de la historia de Santos Gutiérrez. En todo caso, en 1988 un embajador belga se enteró de la anécdota y firmó un armisticio simbólico con las autoridades boyacenses.
Freddy Castro
Director de Banca de las Oportunidades
Twitter: @freddykastro